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Almela Mario

Ciudad de México, 1940-2017 Su inclinación por el paisaje y la pintura al aire libre se hizo evidente desde los siete años, cuando pintaba acuarelas en días de campo acompañando a José Bardasano, Armando García Núñez, Ignacio Rosas y otros pintores de aquella época. Con una clara vocación por las artes, a la edad de doce años ingresó en la academia de pintura del maestro Bardasano, donde —entre otras cosas— perfeccionó su destreza en el dibujo. Después de tres años dejó los estudios formales para depurar su técnica de manera independiente y quedó en manos de su padre, Pablo Almela, quien restauraba cuadros antiguos, oficio que Almela aprendió a la par de la pintura. A los veinte años realizó su primera exposición individual. Desde entonces recorrió la vastedad del paisaje mexicano, cuyas costas, selvas, valles y montañas han quedado plasmados en sus lienzos. Experimentado alpinista, pintó nuestros volcanes desde todos sus rincones y su obra dedicada a este tema es una valiosa fuente documental y artística. Acompañando a una exposición del mismo título, en 1997 se publicó el libro Mario Almela. Luz y sol, una edición fundamental para comprender su prolífica producción pictórica. Los ensayos de Luis Ortiz Macedo lo sitúan en la cúpula de nuestros paisajistas, al lado de otros dos grandes amantes de nuestros volcanes: José María Velasco y Gerardo Murillo, Dr. Atl. En 2008 Aldama Fine Art presentó su última exposición: Mario Almela. El paisaje y los volcanes de México, una colección de cuadros de formato mediano realizados en los primeros años del nuevo siglo. También anticuario, Almela gozó durante muchos años de una sólida madurez como pintor, lo que le permitió desarrollar un vasto cuerpo de obra. Paisajista al aire libre, ascendió a nuestros volcanes innumerables veces para plasmar en sus lienzos las vistas, los cielos, pero también la flora y la tierra del lugar. Trabajó sin cesar saliendo a pintar al campo casi todas las semanas durante más de cincuenta años y su obsesión por la luz no cesó hasta sus últimos cuadros. En 2019 el Museo Nacional de Arte incluyó uno de sus cuadros en la exposición Atl, tierra, viento y fuego; sublime sensación, estableciendo un diálogo con los grandes paisajistas de nuestra historia moderna.