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Soruco Sáenz Raúl

Soruco Raúl Cochabamba, Bolivia,1952. Para el autor, la filosofía siempre estuvo presente, desde los 5 años sus reflexiones lo encaminaron al mundo del arte, temas como la vida y la muerte, Dios, el hombre y su existencia; tenían cabida durante viajes a las montañas en su natal Cochabamba que hacían junto a su prima María Julia. Transcurre su infancia y adolescencia en La Paz. A los 16 años inicia su formación en un taller de dibujo que, impartido por el Arquitecto José de Mesa, más tarde toma cursos y talleres de artes plásticas en Bolivia y Brasil. Decide cursar la carrera en la en la misma ciudad Facultad de Artes de la Universidad Mayor de San Andrés. Los maestros que más influencian su carrera fueron: María Esther Ballivian, Gonzalo Rodríguez y Octavio Vargas entre otros. Más adelante se dedica temporalmente a la escultura. Junto con otros compañeros, ven la necesidad de crear un taller de grabado y junto con el Maestro Vargas fundan el Taller de Grabado en dicha facultad. Seducido por las técnicas gráficas, decide tomar cursos de litografía en la Universidad Nacional de Brasilia. Posteriormente continúa especializándose en el taller de Grabado "Leda Watson” en Brasil. En 1981 viaja a México donde ingresa al Taller de la Gráfica Popular TGP, dos años más tarde, con el apoyo del Maestro José Sánchez y de la Maestra. Isabel Beteta, crea su propio taller de Litografía en la calle de Francisco Sosa 33, en Coyoacán. A lo largo de 30 años de trabajo continuo, con más de un centenar de artistas, adquiere una vastísima experiencia como impresor de diversas técnicas gráficas, y su taller “Gráfica Soruco”, es considerado uno de los talleres profesionales más importantes de América Latina. En 1992, por invitación del Maestro Francisco Toledo, traslada su taller a la ciudad de Oaxaca donde trabaja con diversos e importantes pintores del lugar y extranjeros. A partir del año 2000, decide concentrar el trabajo de su taller, exclusivamente en su producción personal y a retomar la pintura como artista. Realiza a través de su trayectoria más de cincuenta exhibiciones individuales y colectivas. Es becado por la Universidad Federal do Río Grande do Sul. Porto Alegre, Brasil. Obtiene la mención anual Pedro Domingo Murillo en La Paz, Bolivia y la Medalla Goya de Plata en la XI Bienal Iberoamericana de Arte, México D.F. En 2007 el Arq. Mauricio Tommasi, coleccionista de arte, le encarga una serie de óleos, gráficas y esculturas para un gran complejo turístico. Su obra forma parte de diversas colecciones privadas y museos en México y otros países. “Espíritus del Tiempo” por Raúl Soruco El lienzo es un paisaje desolado, como un otro que enfrenta al pintor la violencia de su cuerpo mudo, pero a fuerza de tocarlo, de acariciarlo con el pincel, una y otra vez, Raúl Soruco transforma su dureza en profundidades cromáticas, en asonadas de trazos coloridos. Por medio de su oficio de años, Soruco conjura al tiempo en el momento de crear, cuando su compromiso de pintor se acrecienta frente al “abismo” como nombra él mismo a la tela blanco. La exposición “Espíritus del Tiempo” es el resultado de una suerte de ritual en donde el artista deja caer una primera gota desde su pincel, en donde choca y se transforma en mancha, y así, de pronto, principia el prodigio. Su gráfica y su pintura son una representación del ánimo y del ánima que se alimenta de los encuentros y desencuentros en los que Soruco pone en juego su apuesta por el amor y la vida. Al interior de cada una de las piezas presentadas transitan tormentas, huracanes que entre destellos del blanco sobre el blanco forman un universo heterogéneo visual, y en yuxtaposición contra la luz, una intensa obscuridad habita también los cuadros de Soruco, penumbra que domina desde el fondo. Esta gradación lumínica como la cromática son cualidades intrínsecas en toda su obra. Como los paisajes, las pinturas de Raúl Soruco invitan a la contemplación, pero también al recorrido y llaman desde sus horizontes bajos y desde los dramáticamente altos a encontrar agua, arenas, proas de barcos que transportan pigmento, que son ellos mismos sólo colorido. Hay tierras rosadas y cielos lilas, acantilados de imponente blanco, rayos que parten el ambiente desde un chorreante rojo, líneas del horizonte que conforman una cartografía imaginaria llena de contrastes que terminan por no sólo otorgarnos un deleite visual, sino un nuevo simbolismo personal del color para el espectador.